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EL TELAR, EMPRENDIMIENTO SUSTENTABLE

Los comienzos de SachaMama
Un día, en plena crisis de 2001, un puñado de mujeres santiagueñas se reunieron en la Parroquia de San José de las Petacas.
Eran teleras, tejedoras de mantas, ponchos, caminos, ruanas y frezadones en telares criollos. Incentivadas por el Padre Juan Carlos Constable S.J. y por Mary Quadri, pioneros en la zona, decidieron agruparse. Se autodenominaron SachaMama lo que en quechua significa Madre del Monte.
En ese momento, todavía no estaban dadas las condiciones para que el tejido en telar resultara un emprendimiento sustentable.
La influencia de las tendencias
Tuvieron que pasar catorce años para que, con el surgimiento de tendencias como el regreso a lo natural, el consumo consciente y el cuidado del medio ambiente, las empresas B y el comercio justo, el telar se convirtiera en un medio de vida para estas valientes mujeres y sus familias. Todo lo que se valora actualmente, ellas lo venían haciendo por tradición desde que nacieron. Muchas saben preparar la lana desde la esquila, y todas saben hilarla con rueca o con huso y teñirla con tintes naturales que obtienen de plantas y cortezas del monte.
De esas 12 o 13 mujeres que comenzaron el grupo, hay algunas que ya no están. La Rubia, mamá de Santos e Irma se fue en 2017, ¡a cuántas teleritas de ese momento habrá enseñado a tejer la Rubia! Porque a pesar de las vicisitudes y la precariedad de la vida en el monte, las teleras nunca dejaron de enseñarles a sus hijas, sobrinas y nietas el arte del telar y los secretos escondidos en la urdimbre y en la trama. Fue gracias a esta perseverancia que, en 2015, de la mano del Padre Marcos Alemán S. J. y el Hermano Rodrigo Castells S.J. , pudieron avanzar un paso más para entusiasmarlas y empoderarlas. Asi, llegaron a ser veinte y con la ayuda de un grupo de voluntarios de Buenos Aires, encontraron el eslabón que faltaba para visibilizarlas y lograr que sus hermosas piezas de arte se conocieran más allá de Santiago del Estero.
El futuro
Hoy, acompañadas por el Padre Víctor Pacharoni, las teleras suman más de cuarenta divididas en dos grupos. Ya se está pensando en la implementación de una escuela de oficios para que el tejido en telar sea un emprendimiento sustentable. Muchas de las teleras del grupo van a ser las maestras de este nuevo centro de aprendizaje, porque todas saben que hay mucho mercado para sus productos y no tienen miedo de compartir sus saberes. Ellas saben que el telar da vida no solo a sus almas, sino que representa también un sustento familiar genuino para, sus hijos y la comunidad a la que pertenecen.